Puesto que las primeras no podemos cambiarlas (aunque sí modularlos: epigenética) nos debemos basar en los segundos para tratar de modificar el curso y mejorar o curar la enfermedad.
Los factores ambientales pueden perjudicar la piel de dos formas:
- Externamente lo harán en la medida que la piel haya perdido su integridad, ej eccema atópico, heridas. Los jabones, el sudor, los cosméticos etc, nos producirán picor y molestias
- O bien atravesando las dos vías de absorción más grandes sutiles del cuerpo humano, desde donde afectarán a la piel: la mucosa respiratoria y la mucosa del intestino delgado.
La mucosa respiratoria (alveolos pulmonares) permite la entrada del humo del tabaco y de los contaminantes aéreos, polución, polvo, pesticidas, asbesto, virus respiratorios, etc. Desde aquí van a la sangre y afectan a todo nuestro organismo. En la piel producen disminución de la oxigenación, color grisáceo, piel grasa, tendencia al acné.
El intestino delgado, La mucosa intestinal es nuestra “piel interna”; con sus 600 metros cuadrados de superficie es la vía de entrada más importante, la que intercambia los alimentos que ingerimos diariamente con nuestro organismo y selecciona aquellas moléculas y antígenos que deja pasar al torrente sanguíneo y, por tanto, que formarán parte estructural y funcional de nuestros órganos, también de la piel.
Si nos alimentamos correctamente, nuestro intestino funcionará bien, la flora será equilibrada y nuestro sistema inmunitario será sano (no producirá alergias, infecciones, inflamaciones ni problemas autoinmunes) y la piel, por consiguiente no sufrirá problemas crónicos como picor, eccema, acné, psoriasis, etc.
El mundo del intestino y de la flora que lo habita es apasionante y tiene aún mucho por enseñarnos. Su estudio sugiere que su desequilibrio (disbiosis) podría ser el causante de la mayoría de enfermedades que cursan con inflamación crónica, alergias, infecciones frecuentes, enfermedades autoinmunes e incluso procesos tumorales.
Dra. Paula Bergua
Director Médico Medeho